Alfred y Abigail: Dos secretos

A Spanish King Alfred fanfiction, written by corasketches, published on https://fanfic.es/

Cálida, era la única palabra que encontraba Alfred para describir la sonrisa de la chica, tan cálida como el sol que sale por el este al amanecer, iluminando todo lo que consigue a su vasta extensión. De esa manera sentía que la sonrisa de Abigail iluminaba cada habitación en la que ponía pie, caminando con gracia y delicadeza como si flotara por el suelo cuando avanzaba.

Tuvo que contenerse a sí mismo para no continuar mirándola y volvió en ese instante los ojos al libro que yacía frente a él. Era la hora en la que ambos estudiaban todos los días, vigilados por un tutor que les explicaba historia y geografía, a veces también les hablaba de Dios. El padre Godwin era un buen tutor, algo viejo y con la capacidad de perder el hilo de lo que estaba hablando con facilidad, pero aún así era agradable.

‘‘Buenos días, mi señor,’’ dijo Abigail con su melodiosa voz, inclinándose para hacer una ligera reverencia a Alfred que la saludó con un ligero movimiento de cabeza.

‘‘Buenos días’’ fué lo único que pudo responder, apenas mirando en su dirección, sintiendo algo de molestia en su interior. ¿Qué clase de poder tenía tan simple chica sobre él? Que lo hacía poner nervioso y dudar de sus palabras con apenas mirarlo, tenía que mantener la compostura y recordar quién era, o al menos eso fue lo que se dijo a sí mismo mientras el padre Godwin se acercaba a ellos para comenzar a hablarles sobre un mapa que mostraba las tierras del norte.

Abigail era de tez clara y lucía suave al tacto, sus ojos café claro con pequeñas vetas verdosas parecían enfocados en el mapa que su profesor le estaba señalando mientras que ella fruncía ligeramente el ceño y asentía. Su cabello era castaño y tenía ligeros reflejos rojizos cuando le daba el sol directamente, iluminándose como pequeños hilos dorados en su cabellera.

‘‘¿Y entonces Alfred?’’ Godwin se estaba dirigiendo a él, que no había escuchado nada de lo que éste le había estado diciendo ‘‘¿Qué respondes a eso?’’ No sabía qué decir y se sintió sorprendido por la pregunta.

‘‘Yo… lo siento padre, me encuentro un poco mal hoy, tengo algo de jaqueca y no lo escuché con claridad,’’ le respondió de manera educada, sujetando su cabeza entre las manos para demostrar su malestar.

‘‘Bien, ¿Por qué no nos tomamos un descanso? Sería bueno salir un rato al sol y tal vez le puedes decir a la cocinera que te prepare un té, Alfred’’ le respondió el hombre, siendo comprensivo con él. Alfred asintió y así él y Abigail salieron de la habitación de estudio.

‘‘¿Se encuentra usted muy mal, señor?’’ preguntó la chica con algo de preocupación en su tono de voz. Alfred no tuvo otra alternativa que sonreír infantilmente al escuchar la pregunta, no podía mentirle a ella y no veía tampoco la necesidad de hacerlo.

‘‘Realmente… no, no estaba prestando atención y dije lo primero que se me vino a la mente,’’ admitió encogiéndose de hombros, sintiéndose algo culpable mientras que Abigail se reía un poco de su actitud.

‘‘¡Eso es horrible!’’ lo atacó la chica, con una sonrisa plasmada en sus labios, Alfred adoraba cuando sonreía de esa manera y deseaba que lo hiciera más seguido en su presencia.

‘‘¿Ah sí? No pareces muy convencida al respecto,’’ bromeó con Abigail mientras los dos dirigían sus pasos alrededor del castillo y luego se encontraron caminando por las afueras, en la parte lateral donde unos jardines cubrían todo el paisaje que había a la vista.

Ambos caminaron en silencio durante un rato, enfocados nada más en los árboles y el fresco olor de las flores que los rodeaban.

‘‘¿Quiere que le enseñe algo, mi señor?’’ preguntó Abigail con un brillo inusual en sus ojos, lo cual encendió la curiosidad de Alfred enseguida.

‘‘Claro,’’ le respondió sin saber a dónde lo llevaba. Solo siguió los pasos de la chica a una parte del jardín rodeada de árboles enormes que servían de escudo y escondite para quien se parara en medio de ellos ‘‘Y puedes decirme solo Alfred,’’ le corrigió a la chica luego de un rato, dándose cuenta de que siempre le hablaba con propiedad.

‘‘No creo que a nadie en el palacio le parezca adecuado, mi señor’’ le respondió ella, sentándose en el suelo cubierto de césped, en medio del círculo de árboles alrededor de ellos, Alfred imitó sus movimientos y se sentó frente a ella.

‘‘Bien, tal vez cuando estemos solos tú y yo’’ propuso como alternativa y Abigail lo miró con una leve sonrisa y luego asintió de acuerdo.

‘‘Está bien. Alfred’’ mencionó el nombre como si fuera extraño para ella decirlo, pero definitivamente agradable. En ese instante, Abigail sacó del bolsillo que colgaba de su vestido un pequeño saco de tela que agitó el el aire, haciendo sonar un tintineo que no era del todo metálico, como Alfred hubiera esperado, sonaban más bien como rocas.

La miró confundido antes de que la chica revelara las piedras que se hallaban dentro, eran de color blanco gastado, con tintes amarillentos y con inscripciones en medio que Alfred no podía entender, extendió la mano para tomar una y examinarla de cerca, pero Abigail impidió que las tocara, entonces retiró su mano, confundido.

‘‘Son piedras Ogham y se usan para predecir el futuro’’ le explicó la chica con total inocencia mientras que Alfred se sentía conflictuado al respecto.

‘‘Esto es un artilugio pagano ¿Lo sabes, cierto?’’ le preguntó pensando que la chica tal vez no sabría que se trataban de brujería, pero para su sorpresa ella asintió.

‘‘Había una mujer, Saskia, que vivía en las tierras de mi padre cuando yo era niña, ella era una de sus prisioneras pero con el tiempo se ganó la confianza de mi padre y la dejaba vivir en la casa, cuidaba de mí entonces… y cuando crecí un poco un día encontré las piedras en su cuarto ‘’ Comenzó a contarle, deslizando sus dedos por las piezas delante de ella ‘‘Prometió enseñarme a usarlas cuando fuera mayor y… al final lo hizo’’

Terminó de decir ella y Alfred, que al principio no sabía cómo sentirse, se encontró a sí mismo casi hipnotizado por la dulzura de la voz de Abigail y el movimiento de sus manos sobre las pequeñas piedras.

‘‘¿Quieres que te diga algo sobre tu futuro, Alfred?’’ preguntó ella entonces, mirando su dirección, con esos ojos con tintes verdosos, iluminados con la expectativa. Alfred asintió sin pensarlo y entonces Abigail movió las piedras entre sus manos y las dejó caer en cierta dirección, esparciéndose éstas por el suelo.

Alfred estaba acostumbrado a alguna que otra lectura del tarot, sobre todo cuando venían extranjeros de las cortes de otras tierras, pero ésto era algo totalmente diferente. Se enfocó en el rostro de la chica que pareció confundido, luego algo de preocupación se vió en su mirada y luego… sorpresa. Su rostro se elevó en dirección a Alfred que no podía contener la necesidad de saber.

‘‘¿Y?’’ preguntó impaciente ‘‘¿Qué dice?’’

‘‘Tú… vas a ser Rey’’ exclamó ella en un hilo de voz como si no pudiera creerlo.

‘‘¿Qué? Eso es imposible… mi hermano,’’ la iba a corregir Alfred pero ella señaló algo en las rocas.

‘‘Un suceso importante… romperá la línea de vida de tu hermano,’’ le explicó deslizando sus dedos hacia arriba.

‘‘¿Te refieres a que morirá?’’ inquirió el joven preocupado y ella asintió pero luego deslizó su mano más hacia arriba señalando a la última roca.

‘‘Y ésto significa, gloria, poder y muchas riquezas en tu camino…¿Qué otra cosa puede significar? Sino que vas a ser Rey.’’ terminó de decir convencida de ello y Alfred pensó acerca de la revelación por un instante, no estaba listo para ser Rey, no es que creyera en todo lo que las rocas frente a él le estuvieran diciendo, podría ser una simple tontería pagana… pero si fuera cierto ¿Estaría alguna vez listo? ‘‘No quise preocuparte, lo siento,’’ dijo la chica recogiendo las rocas grabadas y Alfred negó con la cabeza.

‘‘No, no es eso… es que, no me veo a mí mismo siendo Rey, no tengo el carácter o la habilidad, no tengo ni la mitad del conocimiento o la sabiduría yo…’’ ella lo interrumpió colocando su delicada mano sobre la suya, haciendo que Alfred la mirara instantáneamente.

‘‘Eres la persona más noble que conozco, Alfred, sabes más que cualquiera que haya visto en el reino, eres amable y sincero, sabes calmar a las personas y me haces sentir…’’ La chica se detuvo en ese momento, un ligero rubor apareció en sus mejillas y desvió la mirada algo apenada, sin culminar lo que estaba diciendo. ‘‘Además la sabiduría podrás adquirirla con el tiempo, ningún Rey es sabio apenas se sienta en el trono’’ le aseguró como si ésto fuera un hecho ‘‘Además, dijiste que era un artilugio pagano ¿Cierto? así que no tienes que preocuparte por ello,’’ le recordó Abigail y el asintió estando de acuerdo con ella, aunque la duda y la preocupación quedarían grabadas en el interior de su mente ‘‘Es mejor que volvamos’’ propuso la chica.

Así que ambos se levantaron del suelo y se disponían a volver al salón de clases pero Alfred tomó a Abigail de la muñeca para detenerla.

‘‘¿Cómo te hago sentir?’’ le preguntó, ganándose una mirada sorprendida y nerviosa de la chica ‘‘Dijiste que te hago sentir… y no terminaste la oración,’’ le recordó con una leve sonrisa mientras que la chica tomó una bocanada de aire, con dificultad.

‘‘Estaba diciendo tonterías…yo—’’ no la dejó terminar de hablar, no dejó que acabara la frase porque la besó en ese mismo instante.

Unió sus labios con los de ella, cálidos y suaves en un beso tierno que los envolvió a ambos, Abigail, aunque algo sorprendida al principio, se dejó llevar, rodeándolo con sus manos por el cuello a la vez que él la tomaba por la cintura para atraerla a sí mismo, la besó luego con más pasión, con el sentimiento acumulado de todo éste tiempo que se había imaginado cómo sería besarla y ella le correspondió, cerrando más la distancia entre sus cuerpos, dejándolos a los dos sin aliento para el momento en el que se separaron.

La chica lo miró con un rubor ardiente en sus mejillas, sin poder creer lo que acababa de pasar.

‘‘Será mejor que volvamos…’’ repitió Alfred, tomándola de mano ésta vez para volver por los jardines, pero se detuvo de nuevo ‘‘Y sería mejor que no le dijéramos ésto a nadie,’’ aclaró refiriéndose a ambas cosas, al beso y a la revelación de su futuro. Abigail asintió con una sonrisa.

‘‘Sí, mi Rey’’ le respondió de forma divertida mientras los dos salían del jardín, dejando escondidos entre los árboles, dos secretos, de los cuales solo ellos tendrían conocimiento.

My name is Martine and I am writing my PhD about the Cyborg Mermaid. On this website, you’ll find blogs about autism, cyborgs, fan fiction, King Alfred of Wessex, mermaids, music & musicology, martial arts, (neuro)psychology, video games, and random nerdiness.

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